9. Encuentros nocturnos

-Vamos, ¡sube! -le ofrezco una mano para ayudar.

-Hace mucho que no monto en una moto, ¿y si pierdo el equilibrio?

-¿Y si mañana se acaba el mundo? -le pregunto con una sonrisa traviesa.

-Está bien. -dice ella mientras pasa una pierna por encima de la moto y se aprieta el casco. -No corras mucho eh.

-Lo prometo. Agárrate bien. ¿Lista?

*    *    *

Llegamos. Delante del edificio hay un parque en el que unos jóvenes, seguramente menores de 18 años, están bebiendo alcohol. El edificio no es muy alto, de cinco plantas, de color amarillo pastel con algunos balcones. Tiene una pequeña escalera que lleva a la puerta del patio.

"Balcones", Félix García

-Según tus indicaciones, hemos llegado. -anuncio mientras apago el motor de la moto.

-Sí, aquí es. -baja de moto, se quita el casco y me lo da. -Muchas gracias.

-Ha sido un placer. -digo quitándome el mío.

-Espero volver a verte pronto. -dice ella coqueta.

-Claro, será un placer. -sonrío.

-Buenas noches Leo. -me da un beso en la mejilla.

-Buenas noches Iris.

Comienza a subir los escalones, abre la puerta y desaparece tras ella dedicándome una última mirada. Sacudo mi cabeza para volver en mí. Suspiro. Vuelvo a coger el casco y oigo la puerta abrirse de nuevo. Me giro en su búsqueda pero no está. No está ella. Vuelvo a dejar el casco en su sitio.

-Mm... Hola. -dice ella muy extrañada.

-Vaya, buenas noches. -digo sintiéndome repetitivo.

-¿Qué haces aquí?

-Acabo de traer a una amiga que vive en este edificio. ¿Y tú?

-Vivo aquí. Estaba bajando la basura. -dice señalándola con la mirada.

-Ya veo, ¿tan tarde?

-Es que me he quedado leyendo hasta tarde. Es lo que tienen los buenos libros. Entonces, ¿a qué vecino conoces?

-A Iris.

-Bueno, pues ya conoces a las compañeras de piso que hacían tanto ruido de las que te hablé.

-No puede ser, el mundo es un pañuelo -exclamo sorprendido.

-Ni que lo digas. Pero por mucho que lo sea, todavía no sé tu nombre.

-Leo. ¿Y tú eres?

-Ana, encantada.

Ella es la bibliotecaria, Ana. Es una chica un poco más baja que Iris. Tiene los ojos de color azul claro, el pelo rubio, liso, ahora recogido por una coleta. Sus mejillas están coloradas. Lleva un chándal largo de color gris a juego con la camiseta. Me ha costado reconocerla ya que en la biblioteca llevaba el pelo suelto y la ropa era distinta.

-Y, ¿de dónde vienes? -pregunta ella tras tirar la basura al contenedor.

-De un sitio en el que toca Iris.

-Oh, vaya, siento el comentario del otro día. ¿Salís juntos entonces?

-No, no. Simplemente había quedado con ella, además, la conocí hace una semana. -me explico.

-Ajá.

-Oye, ya que estás despierta, ¿quieres ir a tomar algo o dar un paseo?

-¿No pretenderás que vaya así verdad? Dame cinco minutos.

-¿En serio?

-Claro, aparca la moto mientras si quieres.